martes, 14 de julio de 2009

Con su testículo en la mano

Mi señor padre me pidió me levantase temprano a asistirle en la castración del gato de la calle de atrás, pues ya no es joven para estar en cotidianos duelos nocturnos por las gatas tejaderas (más bien de azotea pues en esta zona no hay tejados) y su dueña está preocupada por su integridad física.


Laura, mi mamá, es la efermera con experiencia en todos estos menesteres de la veterinaria pero su ausencia habría de causar que su segura servidora despegara las pestañas a las 7.30 am. para alcanzar un poco más de anestesia porque el gato todavía se mueve... checarle su respiración no se nos vaya a pasar, que ya es un adulto en plenitud... pasar el bisturí, esponjear la sangre (apretar un poquito con gasa estéril), jálale un poco más la patita, ligamos bien, dos veces con doble nudo...ajá....otro.... pásame las tijeras y ahora sí..... viene lo bueno: ¿quién sostiene el testículo desnudo, sin escroto y sin dos capas más de tejido; testículo moradito, frío, húmedo, con su enervación de venitas, agarrado sólo del coducto deferente bien estirado para el corte? Pues la sexy asistente...


(algo desenfocada la foto de la virilidad de aquél, pero esos son, los mismos que yo sostenía)



Asistente que en ese preciso momento sentía harta punzación en la entrepierna, así como que mas o menos en la ubicación del primer chakra (y perdón por el sacrilegio pero justo ahí es donde yo sentía "cosita").




Y bueno pues el mismo procedimiento para el otro testículo y al final, el tigre, cuyo rugido no se oirá más en la selva de asfalto, lucía así:



Me pagaron cien pesos.

1 comentario:

Alfonso dijo...

Chaaaaale!! pobre gato...
Sin palabras... Domaaaado estaaa eeeel leon!!